domingo, 8 de noviembre de 2009

Hoy regresas en penumbra del silencio



en la orilla de las luces
donde las olas se recargan de espuma
escucho a lo lejos tus latidos
como quien pasa por fuera de una iglesia
y en la puerta alguien pide limosna
sin que salga dios a observar por las ventanas

¡ay de unos ojos que te han visto sin querer verte
y unos dedos perdidos en la sombra!
¡ay de los labios sin lunares
sin estrellas!
en altamar se escuchan cómo cantan los peces
antes de robarte un beso
sin hacer ruido –o murmurar– ¡amor mío!

las olas son flores marchitas
y el olvido de una balsa en la oscuridad
zambullen la luz para ser agua y mantarrayas
vacías
sin ti, para mí

En Tepoztlán

ésta es una tarde de conejos sin nido
es el otoño en los huertos
una escalera que escurre la sed de los montes
el espejo de troncos retorcidos
la altura que se aleja en un hálito del tiempo
y la tinta que punce apresurada a los herejes

la luna es el silencio del camino
y el naranjo de una esquina
la sombra mariposa atrapada por los cactus

aquí los pasos son la voz de las fuentes
donde la frescura tras el sol
enloquece
y resguarda en las ventanas
los ecos que del cielo y en las rocas
escapan en desbando desde negros muros